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martes, 29 de noviembre de 2011

Hola

Hola Si habéis mirado la zona Tania habréis visto que estoy escribiendo un libro, os voy a poner la primera página del libro.
Miren-la


                                    Introducción
                                            






Una niña de pelo negro, me observa cuando miro por la ventana. La niña tiene pinta misteriosa: un flequillo que le tapa los ojos, una forma de andar silenciosa y ¡una mirada triste que me observa a mi!

    Bajo para ver que le pasa, pero cuando abro la puerta y me acerco a ella a medio metro de distancia, se va corriendo. Me pregunto cuantos años tendrá, creo que entre 10 y 12.

   Viene mi mejor amiga Jennifer, me saluda:
-Hola sarah, ¿que pasa?
Claro que ella iba ver que estaba preocupada con solo verme la cara, a sí que contesto:
-Vi a una niña que me observaba triste, me acerque a ella para ver lo que le pasaba, pero…
Ella ve que no digo nada después del pero a sí que dice:
-Pero ¿que?
Tardo en contestar, al cabo de 4 minutos contesto:
-Huyo de mí.
Jennifer se queda conmigo pensativa.

    Se ha echo el alba y tengo que cuidar a mis dos hermanas, porque mi madre y mi padre murieron hace 2 años, aunque aun lo recuerdo como si fuera ayer, a si que le digo:
-Me tengo que ir, ¡hasta mañana!
Me dice adiós pero muy rápido porque ¡todavía sigue pensando en eso!

    Estoy en camino a casa, llego, abro la puerta llamo a mis hermanas, pero ni Lauren la de 9 años ni Reiven la de 3 años contestan, a sí que grito como una posesa:
-¡Lauren! ¡Reiven!
Lo grito mil veces, pero nada

      Salgo de la casa, voy a casa de la mejor amiga de Reiven, pero no están, busco en la casa de la mejor amiga de la otra, pero nada. Ni rastro de mis dos hermanas, me pongo a recordarlas: Reiven: que le pusieron el nombre por los ojos de adivina que tenia al nacer y su color castaño ceniza de pelo liso.
Lauren: Sus ojos parecen una mina de diamantes, su pelo es de color amarillo claro que le hace que parezcan aun más una mina de diamantes sus ojos, unas manos suaves que dan gusto tocarlas y un cuello muy exacto.

      Me pongo a llorar en la plaza del pueblo. Mientras lloro, veo otra vez a esa niña ¡aun más triste! Corro hacia ella para que no le de tiempo a huir, pero desaparece.

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